El autor explora en este capítulo las posibilidades que ofrece la noción de control cultural en la definición de una relación entre sociedad y cultura como herramienta de conocimiento de los procesos culturales que ocurren en el contacto de dos culturas e identidades contrastantes. Tal noción refiere a la capacidad de decisión sobre los elementos culturales. Tales decisiones tienen lugar en un contexto de valores, conocimientos, experiencias, habilidades y capacidades de corte histórico. Existe un abanico de elementos culturales en juego que en la relación entre los grupos culturales, hay uno de ellos quien decide y elige los elementos culturales (de ahí la distinción entre lo propio y lo ajeno, en términos siempre sociales). Propone una tipología que emerge de la combinación entre el poder de decisión o control cultural sobre los elementos propios o ajenos que se deciden. Tal tipología se divide en: cultura autónoma, cultura impuesta, cultura apropiada y cultura enajenada. La dinámica interna entre estos tipos se traduce en cuatro procesos básicos: resistencia, imposición, apropiación y enajenación.
La cultura propia (cultura autónoma y cultura apropiada) debe entenderse como la capacidad social de producción cultural autónoma. Es esta capacidad lo que permite que exista la sociedad como unidad diferenciada a partir de la continuidad histórica. También, la cultura propia capacidad de respuesta autónoma ante amenazas externas. El control cultural varia según el grado y modalidad yendo desde el totalitario a lo parcial hasta directo o indirecto. En el caso en el que se plantee pensar en un proyecto de nación, habrá que tomar en cuenta diversos factores: en primer lugar el carácter democrático/autoritario en el poder de decisión entre las culturas; las diferencias entre clase (que no puede pensarse como cultura autónoma de las otras clases) y pueblo colonizado (que sí puede constituir una cultura); por último, la tendencia del capitalismo global a homogeneizar prácticas y elementos culturales.
La cultura propia (cultura autónoma y cultura apropiada) debe entenderse como la capacidad social de producción cultural autónoma. Es esta capacidad lo que permite que exista la sociedad como unidad diferenciada a partir de la continuidad histórica. También, la cultura propia capacidad de respuesta autónoma ante amenazas externas. El control cultural varia según el grado y modalidad yendo desde el totalitario a lo parcial hasta directo o indirecto. En el caso en el que se plantee pensar en un proyecto de nación, habrá que tomar en cuenta diversos factores: en primer lugar el carácter democrático/autoritario en el poder de decisión entre las culturas; las diferencias entre clase (que no puede pensarse como cultura autónoma de las otras clases) y pueblo colonizado (que sí puede constituir una cultura); por último, la tendencia del capitalismo global a homogeneizar prácticas y elementos culturales.
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