lunes, 18 de abril de 2011

Jeffrey Alexanders

Reporte de lectura

The Reality of Reduction: The Failed Synthesis of Pierre Bourdieu. En Fin de Siecle Social Theory: Relativism, Reduction and the Problem of Reason. Jeffrey Alexander.

Alumna: Yael Carlota Dansac Rivera

Materia: Teorías de la Cultura

Profesor: Dr. Rodolfo Morán Quiroz

Maestría en Ciencias Sociales, Universidad de Guadalajara.

El autor comienza planteando la importancia de la obra de Pierre Bourdieu en el campo de la teoría crítica presentando como objetivo del ensayo el revisar, en términos teóricos, morales, ideológicos y empíricos, las fallas y defectos de la sociología practicada por Bourdieu, quien según Alexanders distorsiona la naturaleza de la acción y el orden llegando a la incomprensión de las estructuras institucionales y culturales de la vida contemporánea.

Al principio de los años 60´s Bourdieu abrazo el pragmatismo y la fenomenología anunciando su intención de recuperar el papel del actor y los significados que este atribuye a su entorno. Estas metas no se lograron, según Alexanders, porque Bourdieu continuo observando la realidad a través de formas culturales propias del pensamiento marxista, así como otras tradiciones que permearon su trabajo y no le permitieron realizar sus objetivos académicos.

El trabajo del autor en dicha década dejo clara su insistencia en el rol que juegan el contexto espacial y temporal, la estrategia y la improvisación, atacando con ello a los estructuralistas. Al realizar su trabajo desarrollo el concepto del habitus, comprendido como aquello que define las motivos internos del carácter de la acción, la cual a pesar de traer consigo la marca de la estructura social en la cual se lleva a cabo, puede ser creativa al mismo tiempo. Esto quiere decir que aunque los individuos se encuentran inmiscuidos en un contexto espacio-temporal que tiene cierta influencia en sus decisiones y acciones, pueden ser capaces de tener cierta autonomía y creatividad que se escapa de las condiciones impuestas.

El habitus, inmerso dentro de la teoría de la práctica de Bourdieu, carece de propiedades, lógica y complejidad, ya que se convierte en una teoría del determinismo de la acción, y esta idea gestada por el intelectual francés contradice sus objetivos de restablecer el papel del actor dentro de la teoría social.

De esta idea suelen desprenderse las teorías de las estrategias inconscientes del actor y la estrategia del actor, las cuales según Jeffrey se contradicen monumentalmente, y así continua hasta llegar a otros postulados del autor.

En conclusión queda claro que el reto de crear una teoría que no caiga en el reduccionismo, que brinde al actor el papel que realmente tiene y ligue lo micro con lo macro sin caer en postulados utópicos, deberá construirse muy alejada de lo que Bourdieu aporto teóricamente, ya que de no ser así repetirá los mismos errores.

A lo largo del ensayo son muchísimos los datos que despliega el autor para mantener sus duras críticas hacia Bourdieu, mostrando notas, libros, incongruencias etc.. realizadas por el intelectual francés a lo largo de su carrera académica. Fue complicado realizar una síntesis de un ensayo tan prolífico en cuanto a datos y reflexiones se refiere, pero quedo muy claro que el autor fue capaz de sostener sus duras críticas revisando puntualmente cada una de las influencias intelectuales de Bourdieu y sus fallas teóricas, aunque parece que deliberadamente Alexanders busca aquellos pilares débiles que sostienen la obra y legado de Bourdieu, lo cual hace que la lectura se torne chocante en ciertos puntos. Aún así es bastante útil para aquellos investigadores que pretendan utilizar las ideas de Bourdieu y defenderlas.

jueves, 14 de abril de 2011

Kuhn

jueves 24 de febrero de 2011



Kuhn, VII. Las Crisis y la emergencia de las Teorías Científicas
En éste capítulo el autor explica como es que se da esa transición entre el paradigma hegemónico y el surgimiento de nuevas Teorías que logran destabilizar la aparente estabilidad. La suma de ingruencias en un postulado Teórico así como la explicación parcial a un problema de investigación tarde o temprano llevan a determinada comunidad científica a replantear sus postulados con la intención de encontrar qué del modelo ya no responde a lo que es nos esta presentado como novedad o que siempre estuvo ahí pero una mirada fresca permite observar.
Casi como el efecto "bola de nieve" se van sumando investigaciones que hacen cada vez más evidente la inoperabilidad del paradigma reinante, éste parece ser, en palabras del autor, uno de los síntomas más característicos de que dicho paradigma comienza a tambalearse. El aumento en los modelos teóricos que desde diferentes direccione intentan responder a las fallas (que para ese momento son más que evidentes) del paradigma tienen un periodo aproximada de dos décadas, luego de ello, mediante consenso o no, se impondra un nuevo paradigma, el cual contendra en su interior nuevas fallas, las cuales han sido identificadas y se habrá elaborado una argumentación que logre convencer, por el momento a la comunidad científica, hasta que otra generación de investigadores considere que dichas fallas son irreconciliables y se tome la tarea de construir un nuevo paradigma.
A través de ejemplos históricos el autor logra demostrar que la Ciencia se rige por Ciclos en los que los seres humanos encontramos respuesta parciales que nos permiten entender el entorno en el que vivimos, de tal suerte que, así como el entorno no es fijo, tampoco pueden serlo las explicaciones que de éste nos hemos construido. Este razonamiento puede ser aplicado tanto en las Ciencias Exactas como en las Ciencias Sociales, pues así como nuestro entorno se transforma, lo mismo sucede con nuestra sociedad. Esto nos lleva a la imperiosa necesidad de reformularnos como entes integrantes de un cuerpo social más amplio.
Siempre es bueno releer el ya clásico libro de Thomas S. Kuhn, pues nos obliga a reflexionar sobre los objetos de estudio de nuestro interés, de manera particular, surgen reflexiones en torno a como una revolución científica en el campo de la Reproducción Asistida ha repercutido en la construcción de la institución familiar, y ello a su vez nos obliga a plantear nuevas estructuras familiares que con el paso del tiempo serán algo ampliamente aceptado por las nuevas generaciones.

Cultura e Identidad Gimenez

Cultura e identidad en Gilberto Gimenez

El texto de Gilberto Giménez es un recorrido por los fundamentos teóricos de dos conceptos indisociables: cultura e identidad. La definición de cultura es analizada a través de los aportes que se han hecho desde finales del siglo XIX hasta nuestros días. El autor identifica tres fases por las que atraviesa el concepto a lo largo de siglo XX, haciendo hincapié en las estructuras simbólicas en las qué nos desenvolvemos todos los días, eso es lo que nos permite la interacción social. Pero al traer este concepto a la mesa de análisis tiene que recurrir sin lugar a dudas a la definición de qué es lo simbólico, por lo que recurre a Clifford Geertz quien lo define como “el mundo de las representaciones sociales”. Como espiral explicativa viaja a la teoría psicológica de Sergei Moscovici La teoría de las representaciones sociales, la cual tiene como objetivo esencial desentrañar cómo es que los sujetos sociales reconstruyen la realidad de las prácticas sociales en su mente a través de imaginarios colectivos.
No es de extrañarse que Gímenez logre que autores de diversas disciplinas logren entrar en dialogo a través de la cultura como eje temático, él mismo lo advierte en su libro que el término cultura no puede ser privativo de algún paradigma, por el contrario éste un bien compartido y por ello resulta necesario que tenga cierta homogeneización al momento de ser descrito.
Hace una clara diferenciación entre lo que podrían ser las “formas interiorizadas y las formas objetivadas de la cultura” las primeras podrían ser aquellas que adoptamos como individuos, mientras que las objetivadas son las que podemos identificar como socialmente reconocidas por cierto grupo, siempre recordados que éste “objetivación” no es más que la representación que cierto grupo asigna a determinados símbolos. Se mencionar las funciones que cumplen las representaciones como elementos cohesionadores en una sociedad: función cognitiva, identificadora, de orientación y justificadora las cuales son aplicadas a partir del proceso en el que se encuentra la representación en cuestión.
Como se mencionó al principio, la identidad es otro concepto que comparte como la cultura, esa larga historia de multidefiniciones, sin embargo ante la era de globalización en la que nos encontramos inmersos resulta cada día más complejo definir que es la identidad, dado que el desdibujamiento del orden socialmente establecido crea inseguridades en las culturas que por tratar de defender su identidad por encima de las demás son capaces de emprender grandes batallas en contra de aquellos que son vistos como lo peligros, los contaminadores de la cultura.

Metateoría 10 de marzo 2010

jueves 10 de marzo de 2011
Desarrollo teórico, procesos sociales y metateoríasLas lecturas intentan aplicar lo propuesto por Thomas Kuhn en el campo de las Ciencias Sociales, pero tanto Ritzer como Joseph Berger, David G. Wagner y Morris Zelditch advierten la difícil tarea que representa la construcción de Paradigmas para los estudiosos de las Ciencias Sociales.
Todo quehacer científico contribuye, en algún sentido, abonando en el terreno en el que nos movemos, pero es importante, en palabras de los autores, tener en cuenta tanto las teorías como la metateoría a la hora de realizar estudios empíricos, de tal suerte que, en esta convivencia de ideas el abono sea en los tres sentidos, es decir, tan importante resulta los trabajos de campo como la teoría y la metateoría al momento de construir pensamiento sociológico con metametodologías que nos permitan esbozar con mayor claridad nuestro objetos de estudio.
Es verdad que en todos los campos científicos existen corrientes teóricas, que por ciertos periodos predominan por encima de otras, pero eso, creo que es resultado de modas, o líderes de opinión, dentro de la misma comunidad, sin que ello signifique que sean de mayor relevancia que otras. Por lo que luego de un tiempo determinado, nuevas corrientes se abren paso para dejas atrás aquello que en su momento marcó tendencia.
La comprensión del campo de conocimiento es en verdad importante, sin embargo, los autores hacen hincapié en que la esencia de la disciplina, es decir, la aplicación de dichas teorías sobre el cuerpo social es el que nos indica cuando una teoría ya no responde al comportamiento que observamos, por ello la necesidad de dialogar constantemente con las diversas teorías y con la metateoría.
George Ritzer, propuso a finales de los 80’s del siglo XX una clasificación de diversas teorías en la disciplina de las Ciencias Sociales, intentando organizar el conocimiento metateórico de las mismas. A su entender son tres los grandes paradigmas que rigen a la comunidad científica: el paradigma de los hechos ampliamente cobijado por los funcionalistas-estructuralistas y con Emilio Durckheim como uno de sus máximos exponentes, el paradigma social y entre sus filas figuran Blumer, Mead y Goffman y el paradigma del interaccionismo simbólico. Deja claro que esta es una clasificación que permite organizar la metateoría en las Ciencias Sociales, pero que por ningún motivo deben entenderse como separaciones rígidas, es decir que el pensamiento y la utilización de las diversas teorías ha sido un hecho más común de lo que pudiera pensarse.

sábado, 9 de abril de 2011

La cultura en Pierre Bourdieu

La cultura en Pierre Bourdieu

La noción de cultura tiene varias acepciones. En primer lugar se la entiende en el sentido antropológico como las maneras de hacer, sentir y pensar de las personas en tanto miembros de la sociedad. Esta concepción marca una primera distinción con respecto a la naturaleza: cultura es todo aquello que compete al ámbito humano, a todo o que se adquiere, construye y transmite. En este sentido la cultura es la base de las identidades, de las representaciones sociales, de las conductas y hábitos: funda las colectividades en torno a los elementos identitarios y culturales.

El sentido corriente o vulgar de la noción de cultura es aquella que se refiere al cúmulo de conocimientos, símbolos, hábitos y conductas específicas del tipo científico, artístico, literario, etc. En esta dimensión la cultura funciona como mecanismo de oposición y distinción entre sujetos: se construyen las identidades “cultas” y las “incultas”. Se trata de una cultura cosificada que puede ser adquirida, desechada, acumulada, conservada, incrementada. En esta dimensión de la cultura son los medios masivos de comunicación y las industrias culturales quienes se encargan de la difusión de los elementos culturales en boga, y son las élites culturales quienes determinan los elementos culturales que constituirán la “alta cultura”.

El sentido sociológico de la cultura es aquel que corresponde al “conjunto de valores, normas y prácticas adquiridas y compartidas por una pluralidad de personas”. Esta definición abandona la determinación antropológica del binomio naturaleza/cultura. Esta definición sociológica de cultura engloba diferentes acepciones, desde los correspondientes a los llamados bienes culturales, como las prácticas sociales de colectivos o grupos sociales que comparten rasgos culturales en común.

Pierre Bourdieu, aunque parece no haberlo reconocido explícitamente, comparte la postura marxista de la hegemonía de las élites en la imposición de los patrones y símbolos culturales en las sociedades. En este sentido, a lo largo de su trabajo encontramos con insistencia llamados de atención a la lucha simbólica entre las clases por la imposición de sus valores culturales. La cultura dominante supone un trabajo arduo de legitimación de sus valores para que puedan ser apropiados por las culturas subalternas, lo que permite la reproducción de la cultura elite.

jueves, 7 de abril de 2011

Pierre Bourdieu y la cultura dominante.

La cultura no es algo neutro. Esta visión propuesta la encontramos de manera bastante sintética en La crítica de la economía política hecha por Marx, quien hace una revisión del espíritu de la historia del idealismo alemán para atribuirle esa alma de la cultura. Marx pretende quitarle la inocencia a esa connotación, sometiéndola a las estructuras económicas de la infraestructura. Retomada, entre otros, por Gramsci, quien fue punto de partida de los estudios culturales, para profundizar en la vinculación entre relaciones económicas y culturales.

Bourdieu retoma estos supuestos para darle las atribuciones de la dominación sobre la cultura, una lucha entre grupos que jerarquizan sus significados. La cultura, como en los términos de ideología de Marx, es manejada por los grupos dominantes para legitimar, y propagar, esa dominación.

Bourdieu parte de varias definiciones de cultura que, como dice el autor, no especifica, las cuales surgen de diferentes tradiciones. Bonnewitz las identifica con la antropológica y sociológico.

Importante es mencionar que la cultura tiene las características de un capital, dice el autor, cosa que trabajó Bourdieu con mucho detenimiento con su capital cultural. Por lo que cumple con los requisitos de un mercado, teniendo tanto proveedores como consumidores. Unos producen símbolos, figuras, imágenes, y los otros los adquieren, los compran, los usan. Los que los producen, tienen un capital para hacerlo, un andamiaje que les legitima para crear símbolos, además de contar con la complicidad de medios que le permiten transportarlas.

El conflicto entre los grupos sociales surge en esta construcción simbólica, a los espacios sociales en los que se enfrentan, y en cómo los sujetos construyen sus mundos sociales y sus representaciones. La visión marxista de una posibilidad de sintomatizar las estructuras, es decir, de crear conflictos, de generar otros campos. De cuestionar la violencia simbólica que somete a los agentes. Incluso siendo estos cómplices.

Reporte de lectura Bonnewitz

Reporte de lectura

Capítulo VII. Cultivemos la diferencia: la lógica de la distinción. De: Patrice Bonnewitz La sociología de Pierre Bourdieu. Claves Perfiles. Buenos Aires. 2003.

Alumna: Yael Carlota Dansac Rivera

Materia: Teorías de la Cultura

Profesor: Dr. Rodolfo Morán Quiroz

Maestría en Ciencias Sociales, Universidad de Guadalajara.

La lectura de Bonnewitz se comienza con una advertencia relacionada al vínculo que existe entre la sociología de la cultura y la teoría de la dominación de Bourdieu según la cual “los dominantes aseguran su dominación a través de la cultura”. Esto deja claro el enfoque que tiene toda la lectura: revisar como la cultura puede servir como mecanismo de dominación para un grupo de individuos. Esta dominación se ejercía gracias al trabajo diversas instituciones y medios de comunicación que difunden un determinado patrón cultural para que este sea aceptado por la mayoría de las personas sin cuestionarlo. A pesar de que los agentes sociales estén conscientes de dicha dominación “contribuyen a producir la eficacia de lo que los determina en la medida en que lo estructuran”. La imposición de una cultura es posible debido a que existen dos factores: la racionalización y el lenguaje, las cuales dirección tales o cuales actitudes de un colectivo humano ante algo de su entorno.

Esto puede verse en el simple adoctrinamiento de masas que realiza la religión (me refiero a simple por cotidiano), el cual se repite semana tras semana por medio del ritual que se lleva a cabo en la misa (siempre es el mismo ritual repetido una y otra vez, con cambios muy pequeños a través de los siglos). La imposición de reglas, tabués (pecados) y creencias reformulan la imagen que los individuos tienen de sí mismo, de los individuos que los rodean y del mundo en el cual se encuentran.

Es por ello que la autora se remite a entender a la cultura como “un conjunto de esquemas de percepción” los cuales están elaborados por individuos que tienen un capital cultural elevado y una autoridad legítima reconocida. Es por ello que para Bourdieu los conflictos simbólicos apuntan a imponer una visión del mundo que puede corresponder a los intereses de un grupo específico.

Si no creyéramos en que son ciertas las pautas que rigen nuestras vidas, llámense escuela, trabajo, dinero, etc.. no habríamos porque acatarlas.

El problema es que es difícil escapar a las pautas culturales que nos dictan las instituciones, los medios, el colectivo, la sociedad, nuestros vecinos, nuestros papas, etc.., estamos inmersos en nuestras propias cadenas y al parecer no hay manera de salir de ellas.

"Cultivemos la Diferencia: La lógica de la Distinción"

Cultivemos la diferencia La Lógica de la distinción

El autor nos muestra una arista diferente a las que hasta ahora se habían analizado en el curso, la cultura como modelo dominante frente tanto en su estructura interna como frente a otras culturas. La representación del mundo por parte de los integrantes de una cultura y su reproducción de generación en generación con mutaciones insignificantes (en su mayoría) construyendo imaginarios colectivos.

Se advierte la diferenciación que se lleva cabo a para designar cultura intelectual (la cual también se conoce como cultura general) y cultura de masas la cual se refiere la producida por las industrias culturales a través de los diversos canales o medios de comunicación, logrando un concepto más elevado, en tanto que comprende más características en para ser definido.

Regresa el tema de las subculturas, las cuales tienen como eje o raíz el sistema cultural dominante, pero diversas representaciones en ciertos aspectos focalizados en su concepción de mundo particular. Asimismo la contracultura como oposición a la cultura dominante. El concepto de capital cultural define a aquella maquinaria capaz de lograr que ciertos gustos, apreciaciones o desprecios hacia ciertas expresiones sean anclados en la sociedad como aceptables o reprochables.


La cultura dominante ha pasado por un largo proceso para lograr su aceptación, pero una vez realizada se convierte en un proceso de reproducción para los integrantes de una sociedad. Las “luchas de Clasificación” son ese intento por legitimar nuevos imaginarios culturales, darle sentido a algo que no es reconocido por la mayoría y lograr que sea aceptado como algo socialmente aceptable dentro de una cultura.

El término violencia simbólica ha sido muy rescatado por los estudios de Género, considerando que describe de manera clara el por qué de la reproducción de sistemas de dominación hombre-mujer. Es decir, en un sistema patriarcal tan interiorizado, lo correcto en términos culturales está sentado y cuesta mucho trabajo percatarse de algo que se presenta como normal. Y las instituciones contribuyen a su reproducción a través de propaganda o “ritos “que son reproducidos y generalizados en corto tiempo.

miércoles, 6 de abril de 2011

Texto sobre “la lógica de la distinción” de Bourdieu

Parte fundamental del planteamiento sociológico de Bourdieu radica en la manera en la que explicita las relaciones de poder en las sociedades modernas. Estas relaciones se traducen en luchas entre las fracciones dominantes y las dominadas. La cultura es en este planteamiento uno de los ejes de dominación. El análisis de conflictos y violencia simbólicas es parte de la explicación de los mecanismos por los cuales aquellos que se consideran los “dominados” son partícipes en la aceptación de su dominación. Para esta teoría, la sociedad no podría funcionar sin un mecanismo de legitimación del orden social y de inculcación de valores comunes. En este sentido, existe una “ilusión” acerca de la transparencia de lo social de parte del individuo.

Mucho se ha discutido de las distintas nociones de cultura: desde la visión antropológica (la cual contrapone lo “cultural” a aquello que es “natural”); la perspectiva de sentido común (designando lo que se considera “culto”) y por último el sentido sociológico (conjunto de valores, normas y prácticas adquiridas y compartidas). Este último incluye a las dos primeras perspectivas. Bourdieu hace un uso indistinto de estos distintos sentidos al considerar la cultura tanto como el acceso a un patrimonio artístico y cultural, como a una jerarquía de valores y prácticas. No obstante, en su análisis la cultura es un “capital” y las luchas se llevan a cabo en un “campo cultural” con reglas relativamente autónomas.

El “campo cultural”, tal como en los otros campos de su teoría, es un espacio social estructurado en el que actores con posiciones y recursos desiguales se confrontan con vistas a mejorar sus posiciones. Este funciona como un mercado con productores, encargados de producir códigos simbólicos organizados en sistemas culturales diferenciados, y consumidores. La producción cultural es una práctica especializada de agentes autónomos poseedores de un capital cultural elevado y que tienden a especializarse. La cultura refleja así un conjunto de esquemas arbitrarios de percepción del mundo. Es en la imposición de la definición legítima del mundo social (arbitraria) que se encuentra el mecanismo principal de reproducción del orden social. La cultura legítima, o dominante, adquiere esta característica a través de un prolongado trabajo de legitimación que hace que ésta se acepte como “natural”. La definición de lo “legítimo” está al centro del mantenimiento o cambio de las relaciones de fuerza entre clases sociales, entendidas como agentes situados en condiciones de existencia homogéneas. De ahí que la realidad social no sólo sea una relación de fuerza, sino también de sentido. A través del poder simbólico se imponen significaciones (categorías de la percepción) que disimulan las relaciones de fuerza que están a la base de su mantenimiento.

Las representaciones dominantes logran imponerse a través de un proceso de aleccionamiento en el que se racionalizan las exigencias particulares y cuando se logra categorizar a los agentes dominados con el uso de ciertas “etiquetas” sociales. Las instituciones se encargan de dar existencia oficial a las relaciones sociales al imponer las definiciones legítimas de los agentes dominadores, sin que sean éstos los que en apariencia lleven la batuta, y desvalorizando las antagónicas. La escuela, las organizaciones religiosas y políticas, así como los medios son, entre otras, algunas de las instancias donde tiene lugar este mecanismo de reproducción social. Éstas imponen un deber ser a los agentes consagrados en los términos de su representación de la realidad. Tal imposición sólo puede tener lugar en los agentes cuyas estructuras internas estén dispuestas. La legitimidad así otorgada se inscribe en las prácticas culturales de las diferentes clases.

La estructuración de las prácticas en el espacio social es posible por la existencia de una cultura legítima. El capital simbólico es aquel que posee un agente gracias a que otros le reconocen una propiedad valorizante. Bajo esta perspectiva, el funcionamiento del espacio social está regido por la voluntad de distinción de ciertos individuos que les otorga una identidad social propia, y puede manifestarse en distintas modalidades de pertenencia o etiquetas que son valorizadas en este mismo espacio social. Los agentes dominantes buscarán acumular capital simbólico a través de los méritos, de manera que los dominados le confieran propiedades específicas y de valor que legitimen su posición.

Featherstone, Mike. “Cultural Production, Consumption and the development of the Cultural Sphere”.

El autor destaca la necesidad de indagar acerca de las distintas condiciones y circunstancias históricas que dieron origen a la existencia de una esfera cultural autónoma y de “especialistas” en la producción simbólica que a su vez emiten ciertos juicios sobre la cultura de masas. Esto a través del análisis de a) las distintas “profesiones” culturales; b) la emergencia de instituciones especializadas en la cultura y en estilos de vida de los “especialistas” y c) la expansión de “industrias culturales” y de un mercado de bienes simbólicos que dio lugar a la “cultura de masas”. La estrategia para tal propósito será revisar tres distintos enfoques que han centrado su interés uno por el lado en la producción de la cultura y los otros dos desde el punto de vista del consumo.

El enfoque de la producción cultural, si bien de tipo sociológico, está íntimamente ligado a la disciplina económica. Esta perspectiva sostiene que la intensa producción “en masa”, el consiguiente consumo de igual forma, así como la mercantilización creciente de otras áreas de la vida representa una amenaza para la cultura. La crítica neo-marxista incluso apunta que la lógica de la producción capitalista de forma masiva tendría como consecuencia la extensión de una sociedad de masas. Las actividades que no relevan del trabajo, como las culturales, se verían regidas por una racionalidad instrumental y la lógica mercantil, estandarizándose como cualquier otro bien económico. Se habla entonces de una cultura manufacturada en la que la “alta cultura” (literaria, por ejemplo) se vería desplazada por una cultura de masa (que busca el prestigio más que el conocimiento) y la recepción sería apreciada por su valor de intercambio. Esta cultura de masa es considerada como “artificial” y su origen es explicado por la publicidad. En la actualidad este debate sobre la “alta cultura” vs la “cultura de masas” ya no despierta tantas pasiones, e incluso se critica a sus proponentes por elitistas y por dejar de lado las diferenciaciones sociales complejas, y la manera en que las mercancías producidas en masa son personalizadas y apropiadas de manera crítica.

Tales críticas hacen resaltar la importancia del consumo, es decir, del uso y recepción diferenciados de los bienes culturales en varias prácticas. De igual manera, la visión sobre las culturas populares ha cambiado: ahora éstas se encuentran revalorizadas. Las investigaciones antropológicas sobre el consumo son ilustrativas en este sentido ya que aportan la evidencia sobre un uso de los bienes como marcadores de límites y diferencias entre grupos sociales. Tales marcadores pueden ser de exclusión, de distinción de clase y posición en la sociedad. En las sociedades se pueden presentar ya sea una tendencia de desdibujamiento gradual de las barreras que restringen la producción de nuevos bienes o bien, al contrario, una tendencia de restricción y control en la creación de nuevas mercancías culturales. En algunas sociedades existe un sistema de equivalencias estable entre los estatus sociales y los bienes culturales, en tanto que otras se rigen por la moda, siempre cambiante pero el acceso a los bienes también es restringido. La imposibilidad de los intelectuales consolidados de mantener la estabilidad de las jerarquías simbólicas provoca una “desclasificación” cultural que abre el camino a la emergencia del interés por las culturas populares, supuestamente más igualitarias y democráticas.

El otro enfoque sobre el consumo se distingue del anterior en que éste no centra su interés en el modo de consumo sino en la “demanda” de estos bienes para consumirlos. Es un enfoque de tipo psicogenético centrado en el “deseo” motivado por la búsqueda de placer, la pobreza, la expresión personal y la autorealización a través de los bienes. En el fondo, es una idea que se funda en el romanticismo de las clases medias y su consumo. Un ejemplo es la idealización de la naturaleza y la nostalgia melancólica de la vida en el campo cuyo origen puede ser rastreado en el siglo de las luces (S. XVIII). En esos tiempos en el contexto inglés comenzaron a estrecharse las distancias sociales y a liberarse de formalidad las relaciones intraclases, sobre todo en Londres con el establecimiento de la esfera pública. Este movimiento de democratización del intercambio cultural y de la diferenciación de la cultura entre los diferentes grupos sociales formaba parte de un proceso de largo plazo. Por un lado, la cultura de los estratos más bajos se apreciaba por su exoticidad por la burguesía, y por otro se iba cada vez más poniendo en cuestión la cultura “civilizada” clásica de las Cortes y la aristocracia.

En resumen, la propuesta del autor es considerar el desarrollo de una esfera cultural dentro de un proceso más largo en el que el poder potencial de los especialistas de la producción simbólica aumentó, lo cual condujo a dos situaciones contradictorias: por un lado mayor autonomía del conocimiento así producido y la monopolización de la producción y el consumo junto con una mayor exclusión. Los procesos descritos con anterioridad dieron lugar tanto a la autonomía como la heteronomía de la esfera cultural. Cambiaron los equilibrios de poder y las interdependencias entre los diferentes grupos. La demanda por los bienes culturales pudo haberse incrementado con el cambio hacia un modelo meritorio de sociedad donde crece el acceso a la educación superior. Existe una relación dinámica entre el mercado y los intelectuales: no obstante éstos defiendan su autonomía respecto del primero, la verdad es que en ciertos aspectos dependen de él para realizarse como intelectuales. La valoración de la alta cultura y la devaluación de la cultura popular es función de las interdependencias y los cambios en la distribución del poder entre los especialistas de la producción simbólica y los de la economía.

martes, 5 de abril de 2011

Mike Featherstone, 10 Cultural production, consumption, and the development of the cultural sphere.

Para Bauman, el término de consumo hace alusión, casi exclusivamente, a que algo ha sido consumido por el fuego, algo que lo ha transformado en una cosa que no era lo del principio. Que después de haber sido consumido, pierde su forma, se desfigura. Es decir, pasa por un proceso de destrucción que no tiene otra referencia más que el de convertirse en algo diferente.

La cultura no está exenta de esa transformación. También se le consume. En término de Max Weber, hay un proceso de racionalización de ella (¿qué es la cultura? No sabemos con precisión, pero sabemos que se le puede consumir) gracias a que otras esferas, como la ciencia, la política, la estética, la moral, van definiendo cómo y porqué es justificable consumir.

Featherstone se concentra en estas diferentes racionalizaciones de la cultura, en sus diversos procesos por los que las industrias (lo que el autor llama los especialistas en la cultura), esas que generan las imágenes, sonidos, personajes, símbolos, en fin, generan.

Más que la producción, el consumo de esa cosa llamada cultura, va definiendo en marcos globales, cuáles serán las próximas imágenes a exportar. Empaqueta una clase social y la manda a un festival de cine; mete en un estuche a un grupo de indígenas peruanos y los muestra en Suecia; la fotografía de un esquelético niño africano termina recibiendo un premio en París.

La esfera cultura, como antes, como hoy, también tiene dueño. Junto a ella sobreviven pequeñas y vagas alternativas que si no permanecen en la oscuridad, ya están negociando con una gran productora para llevar su historia al cine. La regla es el mercado, y bajo él se registran o vetan las prácticas de cultura. No sólo en términos de si es rentable o no, sino, como dice Weber, también bajo preceptos morales. Es decir, ¿qué práctica de esa cultura vale la pena negociar? Pensemos por ejemplo en las restricciones para usar la burka, o hasta el velo árabe, en algunos lugares públicos en Francia.

La esfera cultura, como dice el autor, encuentra sus propios especialistas y voces, construye entramados de imágenes y símbolos que luego reparte por el mundo como si fueran cosas tan naturales que caen de las ramas de los árboles. Por eso con profecía Baudrillard, mencionado por Featherstone, anuncia el fin de lo social, y el triunfo del signo.

viernes, 1 de abril de 2011

Reporte de lectura Featherstone

Reporte de lectura: Cultural Production, Consumption, and the Development of the Cultural Sphere.

Autor: Mike Featherstone.

Alumna: Yael C. Dansac Rivera

Maestría en Ciencias Sociales, Universidad de Guadalajara.

El articulo revisado examina el consumo cultural entre las distintas clases sociales y a partir de las esferas culturales que conviven en el mundo social. El autor hace un repaso n los tres siglos anteriores para conocer como se consumía la cultura según la clase social de los individuos.

Considero que hasta la echa esto es visible, como ejemplo el FICG, un festival de cine sumamente elitista donde los productos culturales están destinados a un público específico, a pesar de a enorme publicidad que se le da para que sea consumido por diversas clases sociales en la ciudad. Resulta evidente al platicar con gente que poco o nada sabe de cine de arte, que dicho producto no esta destinado para todos sino para la clase alta. Este festival es muy diferente a la FIL, donde todos pueden entrar y acceder, donde la multiplicidad de estratos sociales es evidente ya que en dicho evento conviven tanto escolares provenientes de escuelas publicas como de colegios, jóvenes, viejos, señoras amas de casa e intelectuales.

Estos eventos dejan muy claro que en la sociedad contemporánea existe esta esfera de alta cultura donde hay eventos públicos que intentan llegar a la masa pero tiene barreras (económicas, lingüísticas y sociales) que les impiden a dichas masas llegar esto, discriminando el consumo cultural de las personas.

A final de cuentas se puede decir que cualquier discusión sobre consumo cultural deja claro que la mercadotecnia y las ganancias inciden en las decisiones del público o la audiencia a la cual están destinados los productos. Cada vez resulta más evidente que la cultura no es para todos, hay distintos tipos de eventos culturales para distintos tipos de personas.

¿Acaso es malo esto? Ese es un punto muy discutible, ya que la cultura es un producto de moda que se consume según las tendencias (recordemos cuando estaba de moda leer El codigo Da Vinci de Dan Brown y veíamos a dos de cada veinte personas en el autobús con ese libro bajo el brazo, cuando por lo general solo una de cada cincuenta personas que vemos en la calle va leyendo un libro en el transporte público) y que sirve para cubrir una necesidad en la sociedad.

Además de esto, al diferencia entre artista-intelectual y la gente que no lee ni asiste a eventos culturales es tajante, las diferencias son muy grandes entre a quien le interesa el producto cultural y a quien no. Para las personas que no son intelectuales es probable que los productos culturales no incluyan cine, libros ni teatro; podríamos encontrar otros productos mucho más cotidianos y populares que para ellos conforman culturas.